Los científicos (que no charlatanes) siguen investigando con las células madre. Y la esperanza para curar la ceguera ya está AQUÍ, otra esperanza de curación de la sordera se lee AQUÍ, curar la leucemia de los niños es una realidad AQUÍ, y la diabetes tiene también sus días contados AQUÍ. Todo ello, y mucho más, significa un logro importante para la humanidad.
Particularmente desearía que no se descubriera nunca un mecanismo para deshacer los nudos de las tripas; esos nudos que se les forman a los obispos cada vez que la especie humana desoye, para bien, sus soflamas contra todo lo que se mueve. Y es que, mientras los ensotanados dicen estupideces, yo me alegro de que la medicina pueda aportarnos mayor calidad de vida. Aunque nos tenga que salvar contra Dios.
Respecto a los que consideran que “el alma” se instala en el zigoto (para rechazar la investigación con células madre embrionarias), habría que 
recordarles lo que dice su libro sagrado Levítico: la vida está en la sangre. En los primeros días de un embrión no hay sangre, por lo tanto, curas y científicos coinciden. Pero mientras éstos son coherentes con sus conocimientos y siguen investigando, los curas se oponen a todo esgrimiendo un “razonamiento” que no está avalado ni tan siquiera por la Biblia sino por su hipocresía.
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Misterios al descubierto 