Hace unos días se montó un show en México a cargo del incombustible ufoloco (que no tonto) Jaime Maussán. Se supone que iba a presentar las “pruebas irrefutables” de que los extraterrestres existen y están entre nosotros. La cobertura mediática del acto provoca mayor fama y “gloria” de su organizador, lo cual viene muy bien a la hora de seguir viviendo del fraude (y muy bien por cierto, con ingresos cuantiosos de dólares, euros, pesos, etc).
Todo el que haya leído algo sobre esta presentación de diapositivas de Maussán habrá podido informarse de que la “fuerza” argumental radica en que se ha demostrado que las diapositivas tomadas en 1947 (del caso Roswell) son ciertas. ¿Y qué? En mi casa tengo 4 metros de celuloide de la película King Kong (1933), y dispongo de un acta notarial que certifica la autenticidad de la cinta. ¿Significa eso que King Kong existió de verdad? ¿Cómo es posible que todavía haya gente tan cortita de mente que contribuya a mantener semejante aberración contra el sentido común?
En fin, que haya gente como Maussán, Benítez, Iker Jiménez, Lorenzo Fernández y algunos más que vivan opíparamente de contar cuentos chinos es comprensible. Maussán gana mucha plata haciendo lo que hace e imagino que no sabrá hacer otra cosa (además de cortar carne cuando era propietario de una carnicería); Benítez gana mucho dinero porque contando historias se ha convertido en un divo de las novelas de fantasía; Iker Jiménez goza de un buen mercado de distribución de productos “del misterio”; Lorenzo Fernández dirige una revista de “misterio” y tiene que mantener el estatus actual para seguir viviendo y viajando a costa de los consumidores de ignorancia. Y así sucesivamente, hasta los poquitos de cada país que viven del cuento mientras haya quien se lo compre.
Pero el problema es muy gordo para otros. Resulta que pululan por el espacio radioeléctrico y por las redes sociales los que “trabajan GRATIS” para los personajillos mencionados en el párrafo anterior. La imagen de esos entusiastas es patética. Realizan espacios semanales en radios provincianas para seguir publicitando y manteniendo activo el caldo de cultivo en el que “pescan” los famosos vividores, mientras ellos siguen realizando sus programas sin cobrar nada (porque no pueden) y desperdiciando su vida, consumiéndola para no llegar a nada, para acabar siendo un “don nadie”.
Los ‘don nadie’ se comunican entre ellos, se llaman colegas, conectan con el programa desde Cádiz, Barcelona o Santiago de Chile. No paran de hablar sobre ‘hinbestigaciones’ en casas encantadas, de barcos desaparecidos, de ovnis, de extraterrestres, de fantasmas, y llenan sus espacios con testimonios sobre esos temas. Acaban su programa presumiendo de lo que sus oyentes o seguidores de internet dicen sobre ellos.
Sin embargo, hay una gran diferencia con los grandes vividores de ese caldo de cultivo de la ignorancia tan bien cuidado por estos patéticos locutorzuelos: “Jaime Maussán o Benítez acaban su actuación y se van a una fiesta a un caro hotel de la ciudad, con caviar y buena compañía (y cara), pero estos entusiastas de lo para-anormal acaban su programa y no tienen ni para tomarse un café de regreso a casa (eso el que tenga casa, que no todos la tienen)”. Patético.
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