Hace algunos años publiqué un par de artículos mostrando mi posición favorable al cambio horario que se efectúa cada primavera y cada otoño en los países avanzados (excepto Japón). Y resulta que me quedé en minoría respecto a mis amigos lectores.
Los argumentos que exponen las autoridades para cambiar la hora son referentes al ahorro energético, y debo decir que a mí me da igual ese ahorro porque tengo un argumento de PESO a favor del cambio horario:
Disponer de días más largos para disfrutar de la luz del sol con una cervecita en una terraza de verano es maravilloso o, al menos, mucho mejor que encerrarse temprano en casa, a las seis de la tarde, ya de noche y con frío. Pero éste NO es mi principal argumento a favor… Lo interesante, lo verdaderamente importante, es que tanto yo como todos los que leemos esto nos hemos criado con ese cambio horario y somos lo que somos. ¡¡Qué casualidad que en los países donde no se produce ese cambio siguen “navegando” en un sistema social deficiente!!
En mi salud física no influye el cambio de hora (me lo han dicho muchas veces los profesionales de la Medicina), y NO estoy preparado para tragarme un maitines a las cuatro de la mañana y acostarme a las 7 de tarde como le sucedía a los monjes de la novela “El nombre de la rosa”. No, psicológicamente estoy muy orgulloso de haber llegado donde he llegado, cosa que no pueden decir la mayoría de los ciudadanos de los países que no cambian la hora para adecuarla a nuestro gusto. Después de todo, el Sol sale cuando sale, independientemente de las fronteras horarias que pretendamos imponer, por lo tanto, siempre es mejor poner nuestros relojes al servicio de nuestros cerebros que no poner nuestros cerebros al servicio de nuestros relojes.
Os invito a continuar con los breves pero interesantísimos posts que publiqué en su momento y con los que me quedé en minoría en los comentarios: Cambio de hora y A favor del cambio de hora. A ver si algún día revierto la tendencia. Y cuidado: contradecir por cuestión personal me parece muy bien (lo mío también es opción personal), pero los argumentos objetivos (tanto físicos, como psicológicos y energéticos) tienen especial consideración a favor del cambio de hora.
Totalmente de acuerdo… Si elimináramos la hora de verano y adoptáramos el huso horario de Greenwich, en verano en vez de anochecer a las 22:00 lo haría a las 20:00, qué depresión… No hay más que ver cómo cambia el ánimo de la gente en el trabajo cuando empiezan a salir de día.
En realidad anochecería en primavera a las 8 de la tarde y en verano a las 9 de la noche mientras que en invierno no se pondría el Sol hasta las 7 de la tarde -una cosa compensa a la otra-.