Estos días cualquiera tiene la oportunidad de abrir los ojos a su alrededor y observar la manera en que viven su ‘semana santa’ los creyentes. Para quienes estamos liberados de ese anacronismo histórico son simples días de fiesta, porque nosotros no tenemos que postrarnos ante un dios que no sirve para nada que no sea cercenar la capacidad de raciocinio de una persona.
Pero los creyentes viven exclusivamente estos días para las procesiones. Un desfile en el que exhiben figuras de madera va precedido de frenética organización, gritos para colocar bien a los penitentes, vigilancia de las velas, flores, cruces y el negocio de las sillas para los espectadores en muchos lugares. “¡Coge las putas cruces! –le gritaba un mayordomo a un penitente”. “¡Levanta bien el puto trono, no te cuelgues de él! –le chillaba a otro penitente el mismo mayordomo”. Gente azarosa de un lado para otro con tal de que las imágenes (esas que la biblia prohíbe) salgan bonitas en la procesión.
Crucificados, portadores de cruces, escena de cortar la oreja a un romano, sufrimiento de la virgen, un corazón con una espada clavada en medio, túnicas muy costosas y zapatillas igual de costosas a juego, capirotes del ku klux klan, viejas y no tan viejas santiguándose a su paso, rezos y saetas… Todos los años igual. Incluso en Málaga rinden culto al “cristo de la buena muerte” (¿hay muertes buenas?)
¡¡Pero ningún creyente se ha preocupado esta semana de los indigentes que piden a las puertas de sus iglesias!! (la municipalidad se ha encargado de que estos días no aparezcan por allá porque “molestan” a las señoras con caros vestidos, y éstas no quieren que un sucio harapiento les estropee su fotografía con la virgen de las angustias, ¿o es la de los dolores? ¿tal vez sea la macarena o la virgen del rosario, o la virgen de Guadalupe? Porque esa es otra: En ciertos lugares han llegado a las manos los seguidores del paso azul contra los del paso blanco.
La semana santa, además de ser todo un culto a la muerte, es el momento en el que los fieles sacan lo peor de sí mismos: la verdadera hipocresía, que es el precio más barato que pagan por tan inútil festividad. Siento vergüenza ajena.
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