Si yo fuera alemán no ayudaría a España ¡en nada! Porque no es lógico pedir ayuda si los frescos que deben pedirla despilfarran como lo hace la alcaldesa de Madrid, Ana Botella.
Hace unas semanas, el semanario germano Der Spiegel, asombrado, relataba una historia que ilustra perfectamente lo escandaloso de nuestra situación. Se refería a la Alcaldesa de Madrid, cuyo único “mérito” es ser la señora de Aznar (ya que no fue elegida sino que tomó el relevo de otro desahogado, Gallardón, que ahora es ministro de Injusticia).
El semanario no daba crédito: “el ayuntamiento es un palacio cuya remodelación ha costado 500 millones de euros”, “su despacho es mayor que el del Presidente de los Estados Unidos”, tiene “un mayordomo cuya única función es servirla el café”, y 260 asesores personales y altos cargos que cobran de media 60.000 euros. El Ayuntamiento posee, además, 267 coches oficiales de uso personal, más que todas la capitales de la eurozona juntas. Esto es el despilfarro sin medida, la ostentación suntuaria más indecente en medio de una penuria extrema, donde Cáritas ha tenido que atender a más de un millón de personas y un 26% de los niños vive por debajo del umbral de la pobreza. ¿Cómo se atreve a ir a misa y a salir a la calle? Y éste es el problema, porque no es la excepción, es la regla.
Obligatorio leer: S.O.S. a la Sanidad Pública, España ha muerto, Más dinero para los bancos, Enemigos de lo público, La gran familia del PP, La carta que ha incendiado la red, ¿Cuándo diremos ¡basta ya!? y Para ¡¡PENSAR!!