La secta católica vuelve a darnos motivo de mofa al nombrar a Demetrio Fernández como obispo de Córdoba (la de España, pero imagino que en Argentina será parecido). Y este sujeto, como no podía ser de otra manera, lo primero que pide es que “huyamos de la fornicación”. No pide que los curas de la secta dejen de violar niños, no pide que aquellos a quienes bendice cada domingo no sigan saqueando el Tesoro Público, no pide contra las guerras que patrocinan sus seguidores, no. El tío pretende quitarnos una de las dos facetas que convierten al hombre en un ser racional: Una es el intelecto, y la otra es el Erotismo, una facultad de la que únicamente podemos disfrutar los seres humanos.
¿Habrá cosa más bonita en este mundo que disfrutar de las zonas erógenas que la Naturaleza (dios para los creyentes) nos dio? ¿A quién perjudica eso? Como dice nuestro amigo Mirror, “el sexo con amor es maravilloso y, sin él, es divertido”. Pero los adefesios (personas feas, o vestidos ridículos) del siglo XXI siguen pretendiendo imponer su moral. Menos mal que, gracias a su actitud, siguen perdiendo rebaño.
El nuevo “pastor” de Córdoba ha recordado la carta que Pablo el tarsiota mandó a los corintios, en la que los conmina a huir de la fornicación, y afirma que esas palabras “parecen dirigidas a nuestro tiempo, donde la incitación a la fornicación es continua en los medios de comunicación, en el cine, en la televisión, incluso hasta en algunas escuelas de secundaria, dentro de los programas escolares”.
Que yo vea sexo por todas partes lo entiendo, porque soy un ateo irredento y condenado 😛 Pero que gente como ésta siga pontificando de lo que no sabe es más que preocupante. Hace ya muchos años que no empleo la palabra hipocresía para referirme a estos engendros de la naturaleza. Ahora califico estos hechos como MALDAD, directamente, sin rodeos. Y lo peor de todo es que los jerarcas de la secta católica no creen en su propio dios, y actúan así a conciencia. Mientras, el rebaño los sigue, los venera y hace “honor” a su calificativo de “rebaño” (así los llaman los propios curas, no yo, que no los insulto llamándolos borregos).
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