Estoy echándole un vistazo al libro de Manuel Fernández Bocos “El Misterio de la Creación”, y me vuelvo a encontrar, una vez más, con la idea musulmana de la resurrección y juicio de Alá. Por supuesto que la secta católica también “certifica” una resurrección ¡¡del cuerpo!! para ser juzgados por Dios.
La manía paranoide de las grandes religiones en empeñarse en juzgar a las personas ha de partir, forzosamente, de la idea de una humanidad corrompida a la que se le exigirán cuentas en el “más allá”, pero aquí los ayatolás, obispos, rabinos, etc, no ponen todo ahínco en impartir justicia (imagino que para no ser quemados en sus propias hogueras, los muy cerdos). Intentan meter el miedo en cuerpo y más tarde “administrar” adecuadamente a sus intereses ese miedo.
Particularmente, hay dos cosas que me llaman la atención en este aspecto. Una es que el dogma de la “resurrección de la carne” para sentarnos en el banquillo de los acusados de Dios no especifica a qué edad resucitaremos, porque no es lo mismo resucitar con un cuerpo de 90 años (edad al fallecimiento) que hacerlo con un cuerpo de 26 años (fallecido en un accidente de tráfico). Si ambos resultan absueltos en el Juicio Final, el joven se encontrará en ventaja para coquetear con las chicas de su edad. 😆
Y la otra es ¿Qué pasará con el mundo – la Tierra – una vez acabado el Juicio? Los “buenos” irán al cielo (a rezar el rosario con Franco y Pinochet por toda la eternidad – visión católica –, o a retozar con 72 vírgenes mientras se hartan a beber leche y miel – opción musulmana). En ambos casos, “los malos” serán destruidos (vía infierno o lo que el Papa designe, ya que ahora parece ser que no existe). Pero ¿Qué pasa con el planeta? ¿Se destruye? ¿Se recicla? ¿Serán las termitas los siguientes seres inteligentes en inventarse otros dioses juzgadores, o los delfines? ¿Creará Dios otro Universo o utilizará este mismo escenario como teatro de operaciones de sus caprichos?
En fin, veo que casi empiezo a delirar. Pero las causas de que los dioses sean tan “humanos” en sus formas son evidentes: El hombre ha creado a Dios a su imagen y semejanza. Y si lo creó, también puede destruirlo. Para esto último cuenten conmigo.
En una ocasión, un chico de 13 años me preguntó por qué a esa misma edad yo abandoné la fe y me hice ateo. Mi respuesta fue simple: “Estudié la biblia – cosa que no hacen los católicos – y empecé a pensar. Había una semana “crucial” de diferencia. ¿Por qué, si nuestro calendario comienza a contar desde el nacimiento de Cristo, éste nació una semana antes del 1 de enero?” Yo tengo claro cuándo empezó a germinar en mí la semilla del Conocimiento y del Ateísmo, y fue por “culpa” de una semana. A partir de esa pequeñez seguí tirando del hilo y desenredé todo el ovillo de la falsedad de las religiones. Hoy tengo conocimiento en vez de fe, y soy feliz.
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