Con el título de “Los amigos valen más que los gadgets”, nuestro amigo Julen Rossi nos aporta este artículo: ““El texto de la revista que estaba leyendo cuenta la experiencia de Christine Glionna, supervisora de restaurantes de una conocida compañía, y de su viejo celular. Como el teléfono le daba el servicio necesario, no le preocupaba que estuviera fuera de moda.
Pero… (siempre hay un pero), sus colegas la molestaban y se burlaban de ella, cuando extraía su «pisapapeles» del maletín. Llegó a sentirse tan avergonzada que finalmente lo cambió, contra su parecer, por un moderno Smartphone, de última generación.
Sospecho que la crisis en el mundo se debe, entre otras cosas, a la inseguridad que las personas tienen de ellos mismos; su continua necesidad de comprar, que jamás podrá ser satisfecha porque esperan que la «satisfacción personal» provenga de lo comprado, y eso jamás será así.
A nivel social no nos hemos dado cuenta que ese impulso descontrolado por comprar es, en el fondo, la causa profunda de la crisis económica que ha cundido ya por todo el mundo, alimentada por un sistema financiero insaciable que facilitó recursos para que compraran quienes no tenían con qué.
Pocas cosas generan más tensiones que tratar de mantenerse a la moda en ropa, calzado, accesorios, tecnología, viajes, comidas, restaurantes, casas, muebles, autos y todo lo imaginable. Quien tiene dinero en exceso puede comprar, usar y desechar; pero quienes vivimos sujetos a un presupuesto debemos cuidar qué compramos y entender por qué y para qué lo compramos.
En efecto, la presión social existe, pero debemos preguntarnos cuánto nos presiona y cuánto nos dejamos presionar.
¿Cuál es el problema de que se rían de nuestro celular viejo? ¿Y de nuestro automóvil de 10 años? La risa es buena y si no les gusta el celular, pueden bromear a costa de él y criticar el aparato, a su dueño, o a ambos.
El problema es de ellos, no del dueño del celular, a menos que éste lo acepte.
Desafortunadamente, hoy día la gente se refiere a las otras personas por sus posesiones: «Es el chaval del convertible rojo» o «La señora que usa ropa de marca y tiene una casa enorme» o «Es el director de la empresa, que siempre usa trajes muy caros».
Es decir, «su personalidad no emana de lo imprescindible», sino de lo prescindible, de lo fatuo. Lo primero no se compra en ningún lado; lo segundo en cualquier comercio, si se tienen los medios para hacerlo.
Un amigo de colegio resultó ser muy rico, pero yo lo averigüé por accidente, tras algunos años de conocerlo. Era sencillo, generoso, adaptable, actuaba con mesura, y además era un amigo de todos. Jamás presumía y nunca hacía alarde de nada porque tenía muy claro «qué cosas son importantes» en la vida. Fue compañero de seminario, y resultó ser heredero de unas grandes bodegas de San Juan (provincia productora de vinos por excelencia).
Las trampas de la presión social siempre han estado ahí. Caen en ellas quienes no se conocen a sí mismos y tienen una escala de valores equivocada, centrada en la aceptación social; pero en su desarrollo de vida, han tenido muchas carencias afectivas.
El vacío personal no lo llena ni los closets repletos, ni los automóviles lujosos, ni las joyas exclusivas, ni los accesorios de lujo. La satisfacción de los consumidores insaciables no viene de poseer las cosas, sino de presumirlas ante los demás.
¿Tiene usted un celular del que sus «amigos» se ríen cuando lo usa? Ríase con ellos y úselo hasta que Ud. lo decida.
¿Le duelen las burlas? Entonces CAMBIE de AMIGOS, NO de CELULAR. Es lo justo.””
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