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Archive for septiembre 2008

Subtítulo: O cómo los tontos ven espíritus donde sólo hay malos dibujos

 

Me viene a la memoria un cuento de Hans Christian Andersen en el que un rey era engañado por unos timadores diciéndole que le harían un traje carísimo de oro, pero que sólo podría ser visto por todo aquel que fuera hijo del padre que decía serlo. Es evidente que dichos timadores contaban con la hipocresía de la gente cuando se iban quedando con todo el oro que le facilitaban para la confección del traje mientras simulaban tejerlo, y presentando al rey “nada”. No había nada, ni hilos de oro, ni encajes ni nada de nada. El rey exhibió su desnudez por su reino creyendo que iba vestido, porque nadie le reprochaba nada… ¡quien iba a delatar la desnudez real si eso acarrearía el reconocimiento de su propia ilegitimidad!

 

Esto pasa con las famosas caras de Bélmez. Todavía quedan personas que ven lo que no hay mientras niegan lo que hay. Yo no puedo escribir nada nuevo sobre el tan manido tema de estas caras. La historia resumida la pueden encontrar AQUÍ. Pero con este post voy a volver a reproducir la clásica cara denominada “la pava” para que ustedes contemplen la “belleza giocondina” de un mal dibujo hecho por alguna o algún desocupado. Mírenla bien. Vuélvanla a mirar. ¿Es ésta una “cara del más allá”? ¿O es lo que vemos todos, un dibujo manual y de los malos?Igual que dibuja mi hijo de 7 años

 

En el mundillo de lo “paranormal” hay dos tipos de personas: Los malvados y los ignorantes. Los malvados son todos aquellos que, conociendo la verdad del fraude, intentan vivir de él adornándolo de “misteriología” (psicofonías inventadas, análisis que no son análisis, etc.). Y los ignorantes son los que creen a pies juntillas lo que los malvados cuentan y se limitan a reproducir argumentos que, a poco que pensaran por sí mismos, van contra todo sentido común. Sé que a más de un lector de mi blog le encantaría que diera nombres concretos, pero como en este mundillo está todo inventado, será mejor que conozcan todos esos nombres en el enlace donde les remito al final de este post; en él apreciarán qué clase de personajillos manejan este cotarro.

 

Los charlatanes y bufones de los asuntos para anormales se quejan siempre de que si la Ciencia no dice nada sobre el tema, pero no se quejan de que la Ciencia tampoco diga nada sobre la caída de la hoja en otoño. Sencillamente porque no hay que estar todos los otoños dando la misma explicación. Pues así de simple. Las explicaciones están al alcance de quien quiera leerlas, pero siempre estarán lejos de aquellos que nieguen la realidad. Y esta realidad es que las “famosas caras” son un invento chino, una manipulación de unas primeras manchas… y como el pueblo se llenó de “pardillos”, aparecieron los “dibujos”. Una vez arrancado el motor hay quien se monta en el carro de los “vendemisterios” e intenta vivir a costa de la ignorancia de los demás. Pero toda esta jarcia de “vividores”, farsantes, “psicofónogos”, etc. queda muy bien retratada en una serie de artículos divertidísimos de Mauricio José Schwarz que pueden leer AQUÍ.

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LA CAMARA KIRLIAN

Subtítulo: O cómo los tontos ven “auras” dónde sólo hay electricidad.
Estamos en el siglo XXI, los libros de texto de los estudiantes han cambiado mucho, la gente ha podido estudiar nuevos resultados de nuevos experimentos. ¡Sabemos lo que es la llamada “cámara kirlian”! pero todavía quedan charlatanes que, luciendo su ignorancia, siguen pregonando a los cuatro vientos algo que los misteriólogos más avispados ya no hacen: considerar esta cámara como “notario” de algo “paranormal”.

Se llama electricidad, se llama Ciencia.

La actitud ante la vida de una persona es fundamental para su propio desarrollo. Uno puede no saber de muchas cosas, pero se quedará estancado en su desarrollo si se niega a aprender. Lo malo no es ser ignorante sino ser un ignorante soberbio, de esos que se ofenden cuando uno les demuestra que están errados (de buena gana lo hubiera escrito con “h”).

Hoy en día, nadie habla ya de la cámara kirlian salvo los cuatro retrasados que aún no se han enterado que el año 1939 quedó muy atrás, y que hoy todo el que quiera saber puede aprender el funcionamiento del susodicho dispositivo, sin nada de “paranormal”, pero como algunos se empeñan en no “aprender”, siguen divulgando sus carencias intelectuales allá donde se lo permiten.

La cámara kirlian es “notario” de un fenómeno natural. Fotografía la ionización del aire cuando se ha producido una fuerte descarga eléctrica. ¡En el vacío no funciona! Sólo los ignorantes mantienen este dispositivo como algo para anormales. Y para los que quieran aprender sobre el “fenómeno” de las cámaras kirlian, nada mejor que leer la explicación técnica del mismo efectuada razonadamente (con conocimientos) por Mauricio José Schwarz en su blog El retorno de los charlatanes. Pueden pinchar AQUÍ. 

Bonitos colores de aire ionizado

Bonitos colores de aire ionizado

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¿Quién no conoce la leyenda del monstruo que presuntamente habita el lago Ness en Escocia? Todo el mundo la conoce y a todo el mundo le sugestiona.
Eso mismo le pasó a Marmaduke Wetherell que creyó ver al monstruo y localizar huellas de éste, pero en realidad no vio al monstruo ni localizó sus huellas: todo había sido una broma que sus amigos le gastaron.
Por esta razón los periódicos de la época lo ridiculizaron, dejándolo en mal lugar.
Marmaduke quería venganza y planeó un plan. Junto a tres personas más, entre ellas su hijo y un fotógrafo, construiría un monstruo con cuello largo (tal y como dicen los testimonios que lo tiene Nessie), lo metería en el agua sobre una plataforma y le haría unas fotos para posteriormente venderlas a la prensa.
Está claro que, después de lo ocurrido, no le iba a creer nadie, así que dejó que fuera Kenneht Wlson (conocido como el cirujano y que hizo las fotografías) quien diera parte del “descubrimiento”.
Y así de simple es la historia. Pronto la noticia corrió por los medios de tal forma que, a pesar de conocerse la verdadera historia, muchos creen que la “foto del cirujano” es la prueba absoluta de la existencia de Nessie.

Un palo y una boya

Un palo y una boya

Y ahora una historia de Carl Sagan:

“…la magia, recordarlo es importante, es un arte que exige la colaboración entre el artista y su público.”
E. M. BUTLER, El mito del mago (1948)

«En mi garaje vive un dragón que escupe fuego por la boca.» Supongamos (sigo el método de terapia de grupo del psicólogo Richard Franklin) que yo le hago a usted una aseveración como ésa. A lo mejor le gustaría comprobarlo, verlo usted mismo. A lo largo de los siglos ha habido innumerables historias de dragones, pero ninguna prueba real. ¡Qué oportunidad!
—Enséñemelo —me dice usted.
Yo le llevo a mi garaje. Usted mira y ve una escalera, latas de pintura vacías y un triciclo viejo, pero el dragón no está.
—¿Dónde está el dragón? —me pregunta.
—Oh, está aquí —contesto yo moviendo la mano vagamente—. Me olvidé de decir que es un dragón invisible.
Me propone que cubra de harina el suelo del garaje para que queden marcadas las huellas del dragón.
—Buena idea —replico—, pero este dragón flota en el aire. Entonces propone usar un sensor infrarrojo para detectar el fuego invisible.
—Buena idea, pero el fuego invisible tampoco da calor. Se puede pintar con spray el dragón para hacerlo visible.
—Buena idea, sólo que es un dragón incorpóreo y la pintura no se le pegaría.
Y así sucesivamente. Yo contrarresto cualquier prueba física que usted me propone con una explicación especial de por qué no funcionará. Ahora bien, ¿cuál es la diferencia entre un dragón invisible, incorpóreo y flotante que escupe un fuego que no quema y un dragón inexistente? Si no hay manera de refutar mi opinión, si no hay ningún experimento concebible válido contra ella, ¿qué significa decir que mi dragón existe? Su incapacidad de invalidar mi hipótesis no equivale en absoluto a demostrar que es cierta. Las afirmaciones que no pueden probarse, las aseveraciones inmunes a la refutación son verdaderamente inútiles, por mucho valor que puedan tener para inspiramos o excitar nuestro sentido de maravilla. Lo que yo le he pedido que haga es acabar aceptando, en ausencia de pruebas, lo que yo digo. Lo único que ha aprendido usted de mi insistencia en que hay un dragón en mi garaje es que estoy mal de la cabeza. Se preguntará, si no puede aplicarse ninguna prueba física, qué fue lo que me convenció. La posibilidad de que fuera un sueño o alucinación entraría ciertamente en su pensamiento. Pero entonces ¿por qué hablo tan en serio? A lo mejor necesito ayuda. Como mínimo, puede ser que haya infravalorado la falibilidad humana. Imaginemos que, a pesar de que ninguna de las pruebas ha tenido éxito, usted desea mostrarse escrupulosamente abierto. En consecuencia, no rechaza de inmediato la idea de que haya un dragón que escupe fuego por la boca en mi garaje. Simplemente, la deja en suspenso. La prueba actual está francamente en contra pero, si surge algún nuevo dato, está dispuesto a examinarlo para ver si le convence. Seguramente es poco razonable por mi parte ofenderme porque no me cree; o criticarle por ser un pesado poco imaginativo… simplemente porque usted pronunció el veredicto escocés de «no demostrado».
Imaginemos que las cosas hubieran ido de otro modo. El dragón es invisible, de acuerdo, pero aparecen huellas en la harina cuando usted mira. Su detector de infrarrojos registra algo. La pintura del spray revela una cresta dentada en el aire delante de usted. Por muy escéptico que se pueda ser en cuanto a la existencia de dragones —por no hablar de seres invisibles— ahora debe reconocer que aquí hay algo y que, en principio, es coherente con la idea de un dragón invisible que escupe fuego por la boca. Ahora otro guión: imaginemos que no se trata sólo de mí. Imaginemos que varias personas que usted conoce, incluyendo algunas que está seguro de que no se conocen entre ellas, le dicen que tienen dragones en sus garajes… pero en todos los casos la prueba es enloquecedoramente elusiva. Todos admitimos que nos perturba ser presas de una convicción tan extraña y tan poco sustentada por una prueba física. Ninguno de nosotros es un lunático. Especulamos sobre lo que significaría que hubiera realmente
dragones escondidos en los garajes de todo el mundo y que los humanos acabáramos de enterarnos. Yo preferiría que no fuera verdad, francamente. Pero quizá todos aquellos mitos europeos y chinos antiguos, sobre dragones no eran solamente mitos…
Es gratificante que ahora se informe de algunas huellas de las medidas del dragón en la harina. Pero nunca aparecen cuando hay un escéptico presente. Se plantea una explicación alternativa:
tras un examen atento, parece claro que las huellas podían ser falsificadas. Otro entusiasta del dragón presenta una quemadura en el dedo y la atribuye a una extraña manifestación física del aliento de fuego del dragón. Pero también aquí hay otras posibilidades. Es evidente que hay otras maneras de quemarse los dedos además de recibir el aliento de dragones invisibles. Estas «pruebas», por muy importantes que las consideren los defensores del dragón, son muy poco convincentes. Una vez más, el único enfoque sensato es rechazar provisionalmente la hipótesis del dragón y permanecer abierto a otros datos físicos futuros, y preguntarse cuál puede ser la causa de que tantas personas aparentemente sanas y sobrias compartan la misma extraña ilusión.
La magia requiere la cooperación tácita de la audiencia con el mago: una renuncia al escepticismo o lo que se describe a veces como la suspensión voluntaria de la incredulidad. De ello se deduce inmediatamente que, para penetrar en la magia, para descubrir el truco, debemos dejar de colaborar.

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parte delantera

parte delantera

Hay que ver la cantidad de personas que habla y habla sin tener ni idea de la coordinación de sus ideas. ¿Qué interés puede tener un científico en desmitificar la sábana santa? Sin embargo también podemos preguntarnos ¿qué interés tiene un “sindonólogo” en mantener ese mito? Las respuestas son tan sencillas como que el primero sólo tiene un interés aséptico y el segundo se agarra a unos sentimientos que le impiden ver lo que ve cualquier persona sensata.
No voy a entrar aquí en el detalle histórico de una figura (Jesús) cuya prueba de existencia está por demostrar, máxime cuando ni Suetonio ni Tácito ni Flavio Josefo (historiadores de la época) mencionan a este personaje (Flavio Josefo lo hace de pasada, pero es una aportación de los frailes que traducían textos antiguos en la Edad Media. Era inconcebible para ellos que Jesús no apareciera en los textos históricos y se permitieron la lindeza de añadir una pequeñísima referencia. No hay más). Y digo que, un personaje de las presuntas facultades de Jesús, es imposible que pasara desapercibido para esos historiadores, teniendo en cuenta que gente con menos historia aparece en esos escritos). Pero para el caso que nos ocupa, imaginemos que Jesús existió de verdad.
Lo primero que nos encontramos en la sábana santa es un trozo de tela de unos 4,3 metros de largo por 1,1 de ancho (es evidente que los telares pueden producir piezas muy largas y estrechas mucho mejor que fabricar una de, por ejemplo, 4 por 4 metros. ¡Y los “inútiles” judíos envolvieron el presunto cuerpo de Jesús a lo largo y no a lo ancho! contraviniendo así todas las reglas de la humanidad desde el inicio hasta nuestros días. Los cadáveres que se han envuelto en todas las culturas del mundo en toda la historia lo han sido a lo ancho, ¡porque a lo largo no se le ocurre ni al que asó la manteca debido a su extrema dificultad! Pero siempre habrá quien diga que, considerado Jesús un “Dios”, los que manipularan su sudario lo envolverían de “manera excepcional”. Si por poder ser, puede ser cualquier cosa.
Con el párrafo anterior bastaría para descalificar cualquier argumento a favor de la síndone como sudario de Jesús. Pero habrá que esforzarse un poco más en la tarea de hacer ver a los ciegos. Para empezar digamos que la Iglesia Católica Apostólica y Romana dio por buenos los resultados de las pruebas del carbono 14 llevados a cabo por tres laboratorios distintos a finales de los años 80, y que databan esa sábana entre los años 1260 y 1390. Al menos entre las autoridades eclesiásticas hay gente sensata y, por una vez, no seré yo quien les lleve la contraria. Pero los “sindonólogos” no paran. Ninguno tiene ni puñetera idea de Física y se permiten frivolizar con esas pruebas del carbono 14 alegando que la “contaminación” del paso de los años (incendios, humos, etc.) descalifican esos análisis. Incluso hay algún ingenuo por ahí capaz de decir que las plantas actuales a la orilla de la carretera se datarían equivocadamente si se les hiciera la prueba del carbono 14 por aquello de la “contaminación” (aunque esto fuera cierto, lo sería con petróleo formado muy antiguamente, lo que llevaría a errar en la datación hacia atrás en el tiempo, nunca hacia adelante. Tal vez esa «contaminación» haya impedido datarla en 1821). Les confesaré que uno se “agranda” al oír tanta insensatez de gente que sólo fue dos veces a la escuela: una a inscribirse, y otra a anular la inscripción.
No voy a discutir aquí (ya se ha hecho hasta la saciedad) lo fraudulento de las teorías del polen (ver el 2º comentario a este post) o la moneda en los ojos del cadáver envuelto, ni tan siquiera voy a discutir los “argumentos” de Carmen Porter cuando dice en un programa de radio: “al poco tiempo de conocerse las pruebas del carbono 14, “se da» una rueda de prensa en la que “se dice» que la prueba del carbono puede fallar”. Yo sé que esa rueda de prensa “se dio» y en ella “se dijo» eso. Pero también sé qué personas la dieron al igual que sé quién dio los resultados del carbono 14. Si confrontamos nombres (te faltó eso mi querida Carmen) la credibilidad de unos y de otros dista tanto como la noche y el día. Tampoco voy a explicar aquí cómo se hizo esa reliquia; cualquiera que sienta interés puede encontrar en Internet varios modos de realizarla con los métodos conocidos en la Edad Media.
Pero lo que sí quiero que hagan ustedes es mirar. Miren la famosa foto de la sábana santa sin que nadie les susurre al oído. Mírenla ustedes mismos y analicen. No hagan caso ni de lo que digo yo ni de lo que dice nadie. Sólo hagan caso a lo que sus ojos vean. El ser deforme que aparece en esa foto ¡no cuadra con el paradigma de persona reflejada en las Escrituras! Brazos de orangután (intenten ustedes reproducir su postura de brazos cruzados). Cabeza desproporcionadísima (por pequeña) con respecto al cuerpo, del que está separada. Pelo a los lados, en suspensión, “en un cadáver acostado”. Un muslo más grande que otro. No hay pliegues en la tela (¿se envolvió en tensión?)… Cualquiera que quiera saber más incongruencias de esta síndone que “investigue” un poco. Las hay a montones.
Pero la discusión ha de continuar. Un sindonólogo no se retracta nunca, un creyente no se retracta nunca, y puestos a creer, cada uno cree en lo que quiere, pero cuando se habla de Ciencia, lo menos que se puede exigir es un mínimo de conocimiento de las leyes de la Naturaleza, esas que siempre podemos comprobar experimentalmente y nos dan pie para adaptarnos a las pruebas. Para leyes divinas ya existen demasiados libros sagrados, esos que permanecen inmutables con el paso del tiempo y que no aportan nada al avance de la Humanidad. Disfruten ustedes mismos de la famosa foto de la sábana santa.
Para más información, y comprobar que todo es un fraude, merece la pena leer este artículo:

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